¿Quién «truena» a los ministros en Cuba? El poder tras el poder
En el complejo entramado político de Cuba, la desaparición súbita de altos dirigentes de la vida pública es un fenómeno recurrente. El destino de ministros y funcionarios que un día ocupan portadas y al siguiente se desvanecen, es un misterio regido por un lenguaje críptico diseñado por el poder.
Te mostramos todos los detalles en el siguiente video:
El diccionario no oficial del poder cubano
El lenguaje oficial del gobierno cubano es un arte del disimulo. Cuando la prensa estatal anuncia que un dirigente ha sido «liberado de sus funciones», se abre un abanico de especulaciones. Esta ambigüedad ha llevado a la ciudadanía a crear un diccionario paralelo, mucho más preciso.
Si un funcionario es destituido para ocupar un puesto superior, se dice que «cayó para arriba». Por el contrario, si su salida se debe a un error grave o deslealtad, el veredicto popular es contundente: «a ese lo tronaron».
El término más definitivo es el «plan pijama». Cuando un dirigente es «liberado» y desaparece por completo de la esfera pública, sin recibir un nuevo cargo, se considera que ha sido enviado a un retiro forzoso e indefinido en su casa, borrado del mapa político.
Roberto Morales Ojeda: el nuevo «tronador» y su método
Actualmente, la figura encargada de ejecutar estas decisiones es Roberto Morales Ojeda, jefe de Organización y Política de Cuadros del Partido Comunista. Siguiendo la línea de su predecesor, José Ramón Machado Ventura, Morales Ojeda opera con un perfil bajo pero con un poder determinante, aunque las órdenes finales a menudo provienen de las más altas esferas.
La estrategia de estas purgas es calculada. Si un dirigente enfrenta un escándalo público, se le mantiene en el cargo para no proyectar debilidad ni dar la razón a las críticas populares. La «liberación» se produce meses después, cuando la atención se ha desvanecido. Este ha sido el caso del ministro de Cultura, Alpidio Alonso, quien ha sobrevivido a numerosas polémicas.
Este método responde al modelo de dirigente diseñado por Raúl Castro: figuras disciplinadas, de mediana edad, con bajo perfil y sin carisma, que no generen sombra al poder y sean fáciles de controlar y, eventualmente, desechar.
Alejandro Gil: del abrazo de Díaz-Canel a la investigación por corrupción
El caso más emblemático del 2024 es el del exministro de Economía, Alejandro Gil Fernández. El 2 de febrero fue «liberado» de su cargo, recibiendo el agradecimiento oficial. Días después, el propio Miguel Díaz-Canel le envió un «abrazo agradecido» y le prometió futuras «tareas».
Sin embargo, un mes después de los elogios públicos, el gobierno anunció una investigación contra Gil por «graves errores», acusándolo de «corrupción, simulación e insensibilidad». Desde entonces, su paradero es desconocido, convirtiéndose en el ingreso más sonado al «plan pijama» en años recientes.
¿Ignorancia o cinismo?: el dilema que expone a Díaz-Canel
La caída de Gil Fernández plantea una pregunta crucial sobre la figura presidencial. Si Díaz-Canel desconocía la investigación inminente mientras elogiaba al exministro, su rol quedaría reducido al de una figura sin poder real, desinformada de las decisiones cruciales que se toman a sus espaldas.
Por otro lado, si estaba al tanto de la investigación por corrupción mientras le dedicaba abrazos públicos, se revelaría un nivel de cinismo que confirmaría que la política cubana es un gran teatro. Un escenario donde se abraza al compañero al que ya se le ha preparado la fosa política, dejando una clara lección en la burocracia de la isla: una cosa es tener un cargo y otra muy distinta es tener el poder.