¿Por qué una vaca es más “sagrada” que una persona en Cuba?

reses y ganado en cuba con campesino

La frase popular «por matar una vaca te echan más años que por matar a una persona» resuena en Cuba, reflejando una dura realidad. En la isla, una res es más que un animal; es un activo estratégico del Estado cuya protección implica severas penas de cárcel, generando un debate sobre sus causas y consecuencias.

Te mostramos todos los detalles en el siguiente video:

El origen de la prohibición: cuando la vaca se volvió propiedad del estado

Para comprender la situación actual, es necesario retroceder a los primeros años posteriores a 1959. Antes de esa fecha, Cuba contaba con una importante masa ganadera de aproximadamente 6 millones de reses, y el consumo de carne vacuna era el tercero más alto de América Latina, superando las 80 libras anuales por persona.

Con la implementación de la Reforma Agraria, gran parte de las tierras y el ganado fueron nacionalizados. El punto de inflexión llegó en 1963 con el ciclón Flora, un desastre natural que eliminó cerca del 20% del rebaño nacional. Ante esta crisis, el gobierno tomó una medida drástica: prohibir el sacrificio y la venta particular de carne de res.

Lo que comenzó como una respuesta de emergencia se consolidó como ley. El Código Penal de 1979 tipificó el sacrificio de ganado sin permiso estatal como un delito grave. Esta política se endureció aún más durante el «Período Especial» en la década de los 90, cuando el colapso económico disparó el robo de ganado como medio de subsistencia.

Los objetivos detrás de la estricta ley ganadera

La severidad de estas leyes responde a tres objetivos estratégicos del gobierno cubano. En primer lugar, buscaba establecer el monopolio estatal sobre la distribución de carne. En una economía centralizada, controlar este recurso permitía al Estado decidir su asignación y precio, evitando un mercado paralelo.

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En segundo lugar, existía una intención declarada de proteger un rebaño que no ha dejado de disminuir desde entonces, cayendo de 6 millones a menos de 3 millones en la actualidad. La lógica gubernamental fue que unas penas disuasorias evitarían la extinción del ganado a manos de una población necesitada.

Finalmente, estas leyes funcionan como una herramienta de control social y político. Castigar con dureza un acto motivado por el hambre envía un mensaje de autoridad y disciplina. Además, mantener la prohibición sostenía la narrativa del éxito del proyecto revolucionario, que incluía promesas incumplidas como la de una vasta producción lechera.

Un rotundo fracaso: las consecuencias de la mano dura

Tras más de 60 años, la evidencia demuestra que la política no alcanzó sus metas. El sacrificio ilegal no solo no se detuvo, sino que se ha agravado. Cifras de 2022 indican que más de 82.000 reses se perdieron por hurto y matanza clandestina, más del doble que el año anterior, demostrando que la necesidad supera el miedo a la cárcel.

El objetivo de proteger el rebaño también fracasó, ya que la ley desincentivó a los productores. Ante la imposibilidad de gestionar libremente su ganado y el riesgo de investigaciones si un animal moría, muchos campesinos optaron por una crianza de mínimos, ahogando la producción.

La consecuencia más visible ha sido la creación de un violento y poderoso mercado negro. La demanda insatisfecha de carne de res dio lugar a redes delictivas organizadas que van más allá del campesino que busca alimentar a su familia, generando inseguridad en las zonas rurales.

La vaca como símbolo de una política fallida

En 2021, el gobierno introdujo una tímida reforma que permite a los ganaderos sacrificar y vender su ganado bajo una serie de condiciones estrictas, un cambio que en la práctica ha tenido un impacto limitado.

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La vaca en Cuba se ha convertido en un símbolo del fracaso de una política que, en su intento de control absoluto, terminó socavando el recurso que pretendía proteger. No logró preservar la ganadería ni asegurar la alimentación, y en su lugar, fomentó un mercado ilegal, llenó las cárceles y desmotivó a los productores del campo.

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