Medidas surrealistas en medio de la escasez: estudiantes cubanos obligados a morder el pan para evitar la reventa
En un intento por frenar la reventa de la merienda escolar entre los estudiantes, las autoridades de la provincia de Santiago de Cuba han implementado una medida insólita y controversial: obligar a los alumnos de Secundaria Básica a morder el pan antes de salir del aula.
Esta acción, supervisada por el personal docente, ha generado polémica y preocupación entre padres y educadores, quienes la consideran un despropósito más de las autoridades cubanas para enfrentar la grave crisis económica y alimentaria que afecta al país.
La reventa de la merienda escolar: reflejo de la inseguridad alimentaria
La práctica de vender el pan y las bebidas de la merienda escolar se ha extendido entre los estudiantes santiagueros como una forma de enfrentar la escasez y mejorar su situación económica.
Según testimonios recogidos por el medio independiente Diario de Cuba, muchos alumnos recurren a esta actividad para obtener dinero y cubrir diversas necesidades, desde artículos de aseo y transporte hasta actividades recreativas y apoyo económico a sus familias.
Lisandra Ordoñez, estudiante de la secundaria Rubén Bravo, relató cómo ella y sus compañeros comenzaron a vender los panes en octubre del año pasado: «Primero lo hacíamos los amiguitos más cercanos, luego el grupo completo. Todos los días uno solo de nosotros recibe los ingresos de la venta».
Para algunos, como Liena Peñalver, esta venta les permite adquirir productos básicos, mientras que otros, como Elder Toledano, destinan el dinero a transporte y ocio.
Esta situación es un claro reflejo de la inseguridad alimentaria y la pérdida del poder adquisitivo que afecta a las familias cubanas.
Según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA), en 2021 alrededor del 45% de la población cubana sufría inseguridad alimentaria moderada o severa, una cifra alarmante que evidencia la gravedad de la crisis.
Opiniones encontradas entre los padres
La medida de obligar a los estudiantes a morder el pan ha sido recibida con escepticismo y descontento por parte de los padres.
Lidia Pacheco, madre de dos adolescentes, criticó la disposición, afirmando que «ataca las consecuencias y no las causas de un problema creado por la debacle de la economía y la agudización de la pobreza». Otros, como Odalis, la califican de «absurda y contraproducente».
El Dr. Rafael, padre de un estudiante, señaló las múltiples consecuencias que el déficit de nutrientes puede tener para el futuro de los jóvenes cuyos padres no pueden asegurarles una dieta adecuada, y argumentó que obligarlos a comer la merienda no resuelve el problema de fondo.
El deterioro de la merienda escolar
Desde el pasado año, la calidad de la merienda escolar ha decaído significativamente debido a la falta de alimentos nutritivos, agravada por el déficit de harina y la crisis alimentaria en la Isla.
Nilsa, otra estudiante, explicó que la merienda llega tarde y que el pan ya no incluye ningún acompañamiento, lo que la hace poco apetecible.
En 2002, se inició una política en la enseñanza media que buscaba garantizar condiciones alimentarias adecuadas para que los adolescentes pudieran permanecer en la escuela durante todo el día.
Sin embargo, la crisis actual ha desmantelado estos propósitos, y la merienda escolar, que debería cubrir el 30% de las necesidades nutricionales diarias de los estudiantes, se ha reducido a un simple pan con agua, sin ningún valor nutricional significativo.
Una medida desesperada que no ataca las raíces del problema
La medida de obligar a los estudiantes a morder el pan para evitar su reventa ha puesto de manifiesto la gravedad de la crisis económica y alimentaria en Cuba.
Mientras los estudiantes buscan formas de aliviar sus necesidades básicas y ayudar a sus familias, las soluciones impuestas parecen no atacar las raíces del problema.
Es evidente que se necesitan políticas y acciones integrales para abordar la inseguridad alimentaria y mejorar las condiciones de vida de la población cubana.
Medidas como esta, aunque busquen frenar prácticas cuestionables, no resuelven las causas fundamentales de la crisis y pueden generar más frustración y descontento entre los afectados.
