¿Otro 11J en camino? Lo que puede pasar este verano 2025 en Cuba

calor en cuba verano 2025

Cada año, cuando suben las temperaturas, también sube la tensión social. Las altas temperaturas no solo marcan el inicio del verano en Cuba, sino también un patrón que se repite con una precisión casi matemática: apagones, escasez, frustración… y, en muchos casos, protestas.

Estamos a finales de mayo de 2025. El calor ya se hace sentir en buena parte del país y, junto a él, comienzan a aparecer las señales de un posible verano explosivo. Las protestas recientes en Bayamo, Cienfuegos y Ciego de Ávila no son hechos aislados. Son parte de un ciclo que se ha ido consolidando con los años: una cadena de causas que convierte al verano en una temporada crítica para el país.

apagones y desesperación

Los datos son claros: el 3 de mayo se reportaron más de 7,300 apagones en toda la isla. Y esto es solo el comienzo. En algunas provincias, los cortes eléctricos ya alcanzan más de 20 horas diarias. Esta situación golpea especialmente duro cuando se combinan las altas temperaturas con la falta de energía para mantener ventiladores, conservar alimentos o bombear agua.

Mientras tanto, el gobierno parece operar en un universo paralelo. Durante el ejercicio Meteoro 2025, se utilizaron recursos y electricidad sin aparente limitación, en contraste con la realidad de la mayoría de los hogares. Para muchos ciudadanos, esta diferencia de trato no solo genera molestia, sino que envía un mensaje claro: el poder tiene acceso garantizado; el pueblo, no.

Un patrón que se repite

La historia reciente confirma que el verano es sinónimo de crisis en Cuba. Julio de 2021, marzo de 2024, el verano pasado… Los momentos de mayor efervescencia social casi siempre coinciden con los meses más calurosos del año. No es casualidad.

El calor actúa como catalizador. Aumenta la tensión en hogares ya afectados por la escasez y el desgaste emocional. Cuando no hay electricidad y la temperatura supera los 35 grados, las casas se convierten en hornos. Las condiciones se vuelven insoportables para los niños, los ancianos y cualquier persona vulnerable.

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Es física y sociología básica: cuando la presión sube, algo tiene que ceder.

Las vacaciones: más presión para las familias

A esto se suma un factor poco discutido: el cierre del curso escolar a finales de julio. Millones de niños pasan todo el día en sus casas, elevando el consumo de agua, alimentos y energía. Para las familias, esto significa un desafío adicional: mantener entretenidos a sus hijos sin recursos, sin transporte público eficiente, sin opciones de ocio asequibles.

El estrés crece, la frustración se acumula, y salir a la calle en busca de un respiro puede derivar en cualquier cosa: desde un enfrentamiento verbal hasta una protesta improvisada.

La respuesta del Estado: represión y promesas

El gobierno, consciente de este patrón, se adelanta. Refuerza la presencia policial, activa grupos de respuesta rápida y despliega ejercicios militares. Al mismo tiempo, lanza promesas de mejora: reducir los apagones a cuatro horas diarias, incorporar nueva capacidad energética en los próximos tres años, buscar soluciones “estructurales”.

Sin embargo, la brecha entre las promesas y la realidad es cada vez más evidente. Los cubanos enfrentan a diario una infraestructura colapsada, un sistema eléctrico obsoleto y un Estado más enfocado en el control que en la solución de problemas.

Según expertos independientes, el sistema eléctrico necesitaría entre 8,000 y 10,000 millones de dólares para estabilizarse. Mientras tanto, se pierden hasta el 40 % del agua potable por roturas sin reparar, y más de 600,000 personas viven sin acceso regular al agua.

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Control por agotamiento

Más allá de los aspectos materiales, la repetición de estas crisis anuales tiene un efecto psicológico profundo. Cada verano que pasa y no se soluciona nada, erosiona la fe de los ciudadanos en un futuro mejor. Muchos optan por emigrar. Otros se refugian en el humor o la resignación. Algunos explotan. La mayoría sobrevive como puede.

Esta situación crea una forma de control efectiva: cuando toda tu energía está en sobrevivir, no tienes fuerzas para exigir cambios estructurales.

¿Y desde fuera?

En cada ola de protestas, hay un fenómeno paralelo: el seguimiento intenso desde la diáspora. Muchos cubanos en el exterior apoyan, difunden, se emocionan. Pero también hay quienes critican a los de dentro por “no hacer lo suficiente”.

Esa exigencia desde la comodidad del extranjero ignora una realidad dura: en Cuba, protestar puede costar la libertad. Después del 11J de 2021, más de 1400 personas fueron detenidas. Algunas recibieron condenas de hasta 25 años de prisión.

Por eso, el juicio a quienes no protestan no puede venir de quienes nunca lo hicieron cuando vivían en la isla. Emocionarse está bien, apoyar también. Pero exigir sin asumir riesgos reales es otra forma de injusticia.

¿Qué viene este verano?

Todo indica que el ciclo se repetirá. Más apagones. Más protestas aisladas. Más vigilancia. Más promesas sin cumplimiento. El gobierno jugará con su estrategia de siempre: esperanza y represión, zanahoria y garrote.

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Los ciudadanos, por su parte, harán lo que han aprendido a hacer: buscar soluciones creativas, organizarse entre vecinos, acudir al mercado negro, resistir. La resiliencia del pueblo cubano volverá a ponerse a prueba.

Pero también crecerá la tensión. Las redes sociales volverán a ser testigos de denuncias, videos y mensajes de desesperación. Y el mundo, una vez más, mirará hacia Cuba preguntándose si esta vez será diferente.

¿Hasta cuándo?

La crisis energética, la falta de agua, la represión, no son hechos aislados. Son el resultado de un modelo que no ha logrado responder a las necesidades básicas de su población. Mientras no se aborden los problemas estructurales, cada verano seguirá siendo una bomba de tiempo.

El verano de 2025 ya comenzó. Las señales están ahí. La historia amenaza con repetirse. La pregunta no es si habrá protestas, sino qué tan profundas serán las heridas que dejarán.

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