¿Costco en Cuba? Conoce Diplomarket, la tienda de la polémica en la isla
En fecha reciente Cuba ha sido escenario de la peculiar apertura de un establecimiento conocido como Diplomarket, el cual ha sido comparado por muchos como el “primer Costco” en la isla caribeña.
Esta tienda, ubicada en La Habana y perteneciente a empresarios cubanoamericanos, ha desatado reacciones encontradas entre la población cubana.
Por un lado, para una minoría representa la posibilidad de acceder a productos de calidad y grandes marcas internacionales dentro de la isla. Pero por otro, resalta las profundas diferencias económicas y sociales que separan a los cubanos entre sí.
En este artículo analizaremos los detalles detrás de Diplomarket: sus orígenes, funcionamiento, implicaciones y el debate que ha suscitado su controversial apertura.
Origen y propietarios de Diplomarket
Diplomarket es una tienda mayorista que abrió sus puertas a finales del 2022 en la Zona Franca de Berroa, ubicada en el municipio Habana del Este.
Pero este gigantesco establecimiento no surgió de la nada. En realidad, forma parte de un holding empresarial llamado Las Américas TCC Corporation, registrado en el estado de Florida, Estados Unidos.
De acuerdo a registros públicos, el vicepresidente de Las Américas TCC es Frank Cuspinera Medina, un empresario cubano que reside entre Cuba y Estados Unidos.
Junto a otros socios cubanoamericanos, Cuspinera estaría detrás de la millonaria inversión que requirió montar Diplomarket y mantener sus operaciones de importación e inventario.
Aunque el gobierno cubano mantiene importantes restricciones a la inversión extranjera, especialmente la proveniente de Estados Unidos, es evidente que Diplomarket logró los permisos necesarios para establecerse y operar en la isla.
Esto ha despertado dudas sobre la verdadera naturaleza privada de la empresa, o si por el contrario existe algún tipo de respaldo o participación estatal encubierta.
Productos y precios: un lujo para pocos cubanos
Al ingresar a Diplomarket, el cliente se encuentra con una experiencia de compra muy similar a las tiendas Costco o Sam’s Club.
Pasillos amplios con estanterías a gran altura, productos apilados en grandes cantidades, carros de compra oversize. La idea es comprar al por mayor para ahorrar.
Sin embargo, una rápida revisión de los precios muestra que hacer compras en este mega almacén habanero es un lujo reservado para muy pocos bolsillos en la realidad cubana.
Una pequeña lata de frijoles negros de la marca Goya puede costar 7 dólares. Un litro de aceite de cocina, 6 dólares. Hasta 20 dólares por un paquete de queso o embutidos…
Esto se debe a que la gran mayoría de los productos son importados desde Estados Unidos y luego revendidos en Cuba con un alto margen de ganancia.
Además de alimentos y productos para el hogar de marcas como Goya, también se ofertan pequeños electrodomésticos, herramientas, ropa y una sección de productos de marca propia a precios más económicos.
Además de los precios prohibitivos, otros factores limitan quiénes realmente pueden comprar en Diplomarket.
Su ubicación se encuentra apartada, en las afueras de la capital, lo que dificulta el acceso para quienes no poseen vehículo propio.
El pago únicamente se acepta en efectivo y en monedas extranjeras: dólares o euros principalmente.
Ninguna opción en pesos cubanos, la moneda nacional. Y si bien inicialmente se divulgó la aceptación de tarjetas de crédito estadounidenses, en la práctica parecen preferir el pago en divisas físicas.
Considerando que el salario público promedio en Cuba ronda los 20-30 dólares al mes, resulta evidente que Diplomarket no está pensado para el cubano común. Sino como una alternativa para aquellos con acceso a remesas del exterior o ingresos privados mucho más elevados.
El debate: ¿oportunidad o símbolo de desigualdad?
Como era de esperar, la apertura de Diplomarket ha desatado reacciones de todo tipo entre los cubanos.
Para una minoría, significa la posibilidad de adquirir productos antes inencontrables en la isla, sin depender únicamente de la limitada oferta estatal o de los envíos desde el extranjero.
Un lugar donde hay de todo, las marcas conocidas y la experiencia de compra es cercana a lo conocido en cualquier supermercado moderno. Por tanto, lo ven como una oportunidad de negocio y una alternativa que rompe —aunque sea parcialmente— con décadas de fuerte control estatal sobre la oferta de bienes de consumo.
Pero para la gran mayoría de los cubanos, que viven con ingresos muy limitados, Diplomarket es un mundo aparte completamente inalcanzable. Un recordatorio de la enorme desigualdad económica que segmenta la sociedad entre quienes pueden acceder a divisas y quienes dependen únicamente del racionado salario estatal.
Desde esta perspectiva, la tienda se percibe como un símbolo de privilegios y diferencias sociales, contrario al ideal de igualdad que ha predicado la moral pasada de moda del sistema socialista cubano.
La apertura de Diplomarket ha puesto bajo la lupa las profundas contradicciones del modelo económico cubano. Por un lado, el régimen insiste en su discurso socialista y habla de igualdad. Pero por el otro, permite y ampara negocios como este, con fuertes vínculos con el empresariado cubanoamericano y dirigido solo a una élite con acceso a dólares.
El debate está servido en las calles y redes sociales entre cubanos a favor y en contra. Pero lo que sí queda claro es que Diplomarket representa un síntoma de las reformas económicas, puestas en marcha sin transparencia alguna, las cuales están derivando en una sociedad cada vez más desigual y segmentada entre ricos y pobres.
Un escenario muy distinto, sin duda, a la utopía igualitaria que alguna vez se pregonó desde el socialismo cubano.
